Poesía Latinoamerica

 A partir de hoy haremos un recorrido por la poesía latinoamericana. Será una selección arbitraria, al gusto de nuestro "paladar" e "intuición" literaria. Recorreremos, al menos esperamos eso, todos los países presentando al menos un poeta y un poema. Esperamos que esta selección resulte de su agrado. Para iniciar, y por ser los anfitriones, presentaremos tres poetas colombianos, incluyendo un caldense (que de paso servirá como homenaje a su amistad, al menos esas es la intención). Los datos biográficos significativos quedan para ustedes, para que profundicen en sus obras y se acerquen al maravilloso mundo de la expresión creativa. Bienvenidos:

COLOMBIA

RETIRADA

Yo quise con usted

combatir todas las batallas.

Alistarme a su lado

para pelear todas las guerras.

Levantar desde su pecho las banderas

que nos sirvieron de conjuro

contra todas las derrotas.

Pero usted decidió batirse en retirada.

Exiliarse.

Construir un refugio donde meter

sus pequeños miedos, sus renuncias.

Edificar su propia ciudad amurallada

asegurar la venda de sus ojos.

Cerrar todas las puertas

e irse a buscar el territorio

donde habitan

los sobrevivientes del espanto.

Antonio Leiva (Salamina, Caldas, junio 13 de 1946 – Manizales, Caldas, octubre 12 de 2019)


PALABRA

Nos rodea la palabra
La oímos
La tocamos
Su aroma nos circunda

palabra que decimos

y modelamos con la mano

fina o tosca

y que

forjamos

con el fuego de la sangre

y la suavidad de la piel de nuestras amadas

palabra omnipresente

con nosotros desde el alba

o aun antes

en el agua oscura del sueño

o en la edad de la que apenas salvamos

retazos de recuerdos

de espantos

de terribles ternuras

que va con nosotros

monólogo mudo

                 diálogo

la que ofrecemos a nuestros amigos

la que acuñamos

para el amor la queja

la lisonja

moneda de sol

o de plata

o moneda falsa

en ella nos miramos

para saber quiénes somos

nuestro oficio

y raza

refleja

nuestro yo

nuestra tribu

profundo espejo

y cuando es alegría y angustia

y los vastos cielos y el verde follaje

y la tierra que canta

entonces ese vuelo de palabras

es la poesía

puede ser la poesía



Aurelio Arturo (La Unión, 22 de febrero de 1906- Bogotá D.C., 24 de noviembre de 1974)





EL MAL DEL SIGLO


EL PACIENTE:
Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo... el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

EL MÉDICO:
-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre...!





José Asunción Silva (Bogotá D.C, 27 de noviembre de 1865 - Bogotá D.C., 24 de mayo de 1896)




CHILE


Para continuar con este recorrido por Latinoamérica, iremos al sur de Colombia, bien al sur, de hecho del continente, para iniciar un recorrido desde Chile. Presentaremos dos poetas, tal vez los más representativos de este país. Una mujer, un hombre: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.




Riqueza

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida….


Gabriela Mistral (Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889, - Hempstead, New York, Estados Unidos, 10 de enero de 1957)








WALKING AROUND

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas moradas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
no quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda (Parral, Chile, 12 de junio de 1904.  Santiago de Chile, Chile, 23 de septiembre de 1973)


PERÚ

Para continuar con el recorrido latinoamericano, descubriremos a uno de los poetas más importantes, no sólo para su país, si no para la literatura universal. Se trata de uno de los representantes principales del llamado "Barroco" literario: el peruano César Vallejo. 


Los dados eternos

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.


Los heraldos Negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!


Piedra Negra sobre piedra blanca


Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París ─y no me corro─
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…



Un hombre pasa con un pan al hombro


Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo.
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño.
¿Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras,
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente,
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance.
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando.
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos.
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?




César Vallejo, (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892-París, 15 de abril de 1938)

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